Por Enrique Vázquez Castro
La directora del Instituto de Artes Visuales, Laura Rosalinda Ramírez Moreno, llegó al poder el 18 de septiembre de 2017 mediante una acción golpista orquestada con un pequeño grupo de docentes colaboracionistas, la complacencia del SETEP y la injerencia de algunos funcionarios corruptos de la SEP afines a Moreno Valle.
Comencemos a explicar: resulta que de buenas a primeras el gobernador Gali otorgó a Laura Rosalinda Ramírez el nombramiento de Directora del Instituto de Artes Visuales del Estado. Nadie se explica cómo ni por qué de dicha decisión. El día lunes 18 de septiembre de aquel 2017, el entonces Subsecretario de Educación Superior, Ignacio Alvízar Linares, de infaustísima memoria y perseguido por la administración actual debido a sus sucios manejos en las titulaciones y los RVOE (Registros de Validez Oficial de Estudios) citó al personal docente, administrativo y de intendencia del IAV a una asamblea general. Lo curioso del caso es que no existe documento alguno, pues la convocatoria fluyó mediante vía telefónica y mensajes de texto.
Aquella tarde se realizó el pase de lista, contando 35 acreditados asistentes. Como segundo punto se llevó a cabo un mensaje de las autoridades y llegado el tercer punto, Alvízar anunció que Laura Rosalinda pasaría a rendir protesta como directora del IAV.
El primero en protestar fue el Maestro Antonio Viveros (QEPD), quien instó a sus compañeros a salir del recinto a fin de invalidar tal despropósito. Por supuesto que la gran mayoría no se prestó a la trapisonda y abandonó la sala, concentrándose en el patio y organizándose para citar a una nueva asamblea cuyo único propósito fuera la invalidación de aquella imposición.
Laura Ramírez Moreno protestó como directora ante apenas cinco de aquellos 35 que al pasar lista validaron el quórum. Fueron cuatro catedráticos y una sola secretaria cuyos nombres por pudor profesional omitiremos (pero que en la comunidad del IAV se conocen perfectamente).
Treinta trabajadores de la educación ultrajados e inconformes decidieron convocar a una nueva asamblea a fin de repudiar ese madruguete. Pero ¡quién iba a creerlo! al otro día, 19 de septiembre, tiembla la tierra con tal intensidad que se suspende casi la totalidad de actividades, no sólo en la ciudad sino a lo largo del estado y nadie puede ingresar al Instituto por órdenes de Protección Civil, solamente, claro está, los cómplices de la espuria directora.
En los siguientes quince días (es imposible precisarlo) se lleva a cabo la entrega-recepción, y Ramírez Moreno queda como funcionaria pública sin que exista la más remota posibilidad de protestar ante ello.
El IAV cerró sus puertas y circuló pronto el rumor de que en el plan del neoliberalismo angelopolitano se contemplaba privatizar el edificio para ser convertido en un estacionamiento que resultaba ad hoc con el aledaño hotel recién inaugurado perteneciente a los Moreno Valle (véase: https://www.e-consulta.com/nota/2017-10-14/ciudad/exigen-informe-sobre-futuro-del-instituto-de-artes-visuales-de-puebla).
Puntualicemos:
- Gali nombra directora a Laura Rosalinda violando la Ley Orgánica del IAV, pues en ésta se estipula que el Director deberá ser un artista prestigioso y de “reconocida solvencia moral”, Capítulo XII, Artículo 73 (véase http://www.ordenjuridico.gob.mx/Documentos/Estatal/Puebla/wo96697.pdf).
- El objetivo es apropiarse del inmueble, es decir: privatizarlo. Podría alguien afirmar que esto es una inferencia pero consta en documentos que la nueva directora creó de la nada una supuesta asociación estudiantil (compuesta por “esquiroles”) que aceptó un ofrecimiento del gobierno estatal para trasladarse a un terreno en Amozoc donde se construiría la escuela en un futuro indeterminado, así como las nuevas aulas y talleres del promisorio y neoliberal IAV. Puro negocio, pues.
- Alumnos y maestros observan con sospecha el proceder de Laura Rosalinda Ramírez Moreno.
- Un gran sector de la población estudiantil no cae en el garlito y hace acto de presencia en las inmediaciones de la escuela para defender su espacio. Uno los puede ver combativos e indignados, aprovechando el alto del semáforo para exhibir pancartas ante los automovilistas donde se lee: “No al desalojo”. “Defendamos nuestra escuela”. “No privaticen el IAV”.
Da orgullo charlar con ellos. No se dejan engañar, repudian lo ilegal, son soñadores y anhelan el derecho a acceder a la cultura; demuestran su valía, no se rajan. Unos cuantos maestros (digamos… solo dos) se suman a su causa. Pocos, sí, pero ellos los identifican y saben que comparten sus demandas; se aprecian, se respetan, se confían sus temores de irse a estudiar tan lejos y gastar en transporte más que en sus alimentos. Si no fuese por ellos (los rebeldes de ese instante) los actuales rebeldes, o más bien una parte de ellos, no tendrían pa’ donde hacerse; unos pocos llegarían a tomar clases en unas construcciones de ínfima calidad, cansados, empolvados, irritados… Y el regreso a sus hogares sería más inseguro.
Los rebeldes actuales, los muchachos y muchachas que protestan indignados por los malos manejos de esa impuesta directora, merecen nuestro aprecio, pues lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿A dónde quieren dirigir sus vidas? Económicamente pertenecen a la clase media-media y media-baja. Culturalmente son egresados de la educación media superior (prepas y bachilleratos). Políticamente, son individuos que con su acción han adquirido calidad de ciudadanos. Son sujetos jovencísimos, que han podido organizarse y expresar las demandas que consideran justas contra viento y marea; cuya envidiable capacidad de pensamiento y empatía dan fe de su valor y su entereza. Prestos a denunciar los atropellos de tal o cual autoridad fincada en la indolencia, la ignorancia, la apatía y la ignominia.
Son, en suma, ejemplo de responsabilidad social, moral y espiritual. Vienen del pueblo. No se dirigen al bien particular sino al bienestar común.
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