Los días 25 y 26 de enero en tres municipios de Puebla, la capital y San Pedro y San Andrés Cholula, se aplicó la llamada “Ley Seca” con motivo de las elecciones en las Juntas Auxiliares del Municipio de Puebla.

Para muchos, la mayoría de los ciudadanos, es inverosímil que en pleno siglo XXI, casi transcurrido el primer cuarto del nuevo milenio, existen aún restricciones originadas en cortar el consumo de alcohol ante los comicios, en el entendido de que los borrachos pueden alterar el orden de la jornada electoral.

Los grupos religiosos conocidos como “protestantes”, del siglo XVIII en Inglaterra fueron el origen de la prohibición de consumo de alcohol por cuestiones religiosas, tema que fue adoptado en Estados Unidos por asuntos similares encabezado por el grupo denominado “Movimiento por la Templanza” que promulgó criterios similares a los protestantes y cuyos pastores relacionaban la producción, distribución y consumo de bebidas alcohólicas a otros temas como la violencia, la prostitución y otros asuntos bajo la denominación de “males sociales”.

Algunos consideran que la presencia de este movimiento dejó como herencia la costumbre norteamericana de beber un vaso de agua antes los alimentos.

En México, en cambio, la Ley Seca se relacionó directamente con la Revolución Mexicana y se aplicó por primera vez el 1 de enero de 1915.

Es decir desde hace 110 años existe la Ley Seca y se aplica después de la Revolución Mexicana en fechas relacionadas con procesos electorales, debido al riesgo de ver alterado el orden social con personas alcoholizadas.

Para los turistas, para las nuevas generaciones, este tema de la Ley Seca es incomprensible, resulta retrógrada y decimonónica y por desgracia su cuestionamiento, su posible reforma, no figura en ninguna de las plataformas de los partidos políticos.

Ningún candidato a cualquiera de los tres órdenes de gobierno del poder Ejecutivo o del Legislativo, menciona en sus promesas una reforma a este tema. Aunque a últimas fechas en la Ciudad de México ha surgido algún movimiento para esa propuesta.

Históricamente en la Ciudad de Puebla además de las fechas de elecciones federales o estatales se ha condicionado también la venta de bebidas alcohólicas cuando hay elecciones en las Juntas Auxiliares, algunas rodeadas ya por la mancha urbana.

En el pasado, algunos Presidentes Municipales se hacían de la vista gorda y permitían a los hoteles con calidad turística la venta de bebidas alcohólicas con los alimentos, y se evitaba en las cantinas.

Pero ahora, la 4 T, el humanismo mexicano, el segundo piso de la transformación del país, pisó el acelerador a fondo y contagió a otros municipios aledaños a la capital para dejar a los ciudadanos “secos de alcohol”, bueno eso es un decir.

Lo que verdaderamente sucedió y seguirá pasando, es que los vendedores de alcohol aumentan sus ventas días antes, hacen ofertas y terminan con el inventario provocando que los ciudadanos organicen reuniones caseras, a puerta cerrada donde el alcohol se consume con singular alegría y cerrando el ingreso de los establecimientos comerciales, llámense restaurantes, cantinas, bares, etcétera.

Por supuesto que no hay ni siquiera el número necesario de inspectores municipales para supervisar que se cumpla con la Ley Seca. En algunos establecimientos se colocan los manteles blancos tapando las botellas de la contrabarra de los bares y se coloca el anuncio “Prohibida la venta de alcohol, hay Ley Seca”, pero los meseros, habilidosos, y los clientes con dinero, hacen posible que el alcohol fluya, disfrazado, en vasos opacos, o permitiendo la entrada solo a los clientes conocidos.

Esta actitud de “cerrar los ojos” viene siendo una práctica muy socorrida y deja a Puebla, a México, en términos amplios, en un grado de civilidad poco congruente con los alcances de la post modernidad.

En fin, este sábado y domingo, la gente bebió, vaya que lo hizo, pero en su casa, y los dueños de los negocios, como los chinitos, “nomás milando”.

Tal vez vaya siendo tiempo que algún partido político o un movimiento ciudadano se atreva a llevar el tema de la conveniencia de mantener la Ley Seca vigente, como hasta ahora, esa sí que sería una verdadera transformación.

O por lo menos, así me lo parece.

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